LOS PROBLEMAS ALIMENTARIOS

Este tema suele ser especialmente angustioso para los padres. Dentro de estos problemas se engloban todos aquellos que tienen que ver con la alteración de la conducta de comer y de la relación que establece el menor con la comida.
Principalmente son objeto de preocupación y atención aquellas conductas en las que se observa una alteración en la cantidad de comida ingerida, en el tipo y variedad de la misma, y aunque en menor cantidad de casos, la manera, digamos el “talante” durante la ingesta.
Hay que tener en cuenta que la cronificación, la dilatación en el tiempo del problema o de la alteración, hace que el pronóstico a la hora de solucionarlo sea peor.
Evidentemente la alteración la observan en primer lugar los padres o educadores del niño. Esta, en principio, supuesta alteración, deberá de ser evaluada, en primer lugar por el médico del menor, que es quién debe de descartar la existencia de un problema orgánico en el niño. Una vez realizado esto, y si el médico del niño lo estima oportuno, el problema debe de ser evaluado por el psicólogo que valorará no solo el estado del menor, sino las circunstancias en donde se desarrolla la conducta de comer y el contexto interpersonal de la misma.
Es importante señalar en este punto, que en la mayor parte de los casos, la conducta de comer del niño, está muy influida por el entorno en el que se desarrolla. Hay que tener en cuenta que si el entorno es angustioso (independientemente de las razones por las que esto sea así) el niño difícilmente tendrá una relación “sana” con la comida. Por tanto, algo muy importante a tener en cuenta es que si los adultos del entorno no pueden evitar angustiarse por la conducta del menor, es mejor que salgan de la situación y deleguen en alguien que si pueda lidiar con el niño con mas tranquilidad. Si se es capaz de serenarse, esto desde luego será mucho mejor que delegar, aunque es lo mas complicado de realizar.
En los trastornos que tienen que ver con la cantidad ingerida, el motivo más habitual de consulta por parte de los padres, tiene que ver con la poca ingesta, y con el excesivo tiempo que se toma el niño para la misma. Ante esto es importante señalar que el niño, aunque lo sea, es el mejor informado que está de su situación, es decir, sabe mucho mejor que nadie si tiene hambre o no, o con cuanto tiene suficiente. Esto es vital que sea así, ya que le va en ello su propia supervivencia. La sensación de apetito se puede ver alterada por diversos problemas médicos, siendo en la mayor parte de las ocasiones, un problema transitorio, al igual que en los adultos. Si el médico descarta este extremo, entonces tendremos que concluir que el niño dispone de la información clave para autocuidarse.

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