UNA ANÉCDOTA INFANTIL

En un pueblo Italiano, al pié de las montañas, vivía nuestro amigo Sandro….
Esta historia que paso a relatarles y cuyo principio recuerda tanto a aquella famosa serie de dibujos animados, “Marco”, con la que crecieron los niños de mi generación, es un hecho real. Sucedió en Gemona de Friuli (Provinci de Udine) hace unos cincuenta años. Me la relató su protagonista, mi amigo Sandro, que por entonces era un niño de unos diez años. Este amigo mío, de gustos exquisitos y fuerte personalidad, era por entonces monaguillo en su parroquia. Dado que como niño también tenía una muy fuerte personalidad y gran iniciativa, era el que organizaba a los otros niños monaguillos, por lo que su función era algo así como de jefe de monaguillos.
El caso es que como todo niño, jugaba sin parar. Y en una ocasión que estaba jugando a los boliches en la sacristía con los otros monaguillos, entró el cura y furibundo, requisó todos los boliches de los niños en un santiamén, ante la atónita mirada de los chiquillos.
El cura entonces, ordena a los monaguillos que organicen todo para hacer la misa como si nada hubiera pasado. Prometiéndoselas felices, el cura comienza a dar la misa, y llega el momento de la eucaristía. Sandro se había reservado como función suya ese día, el portar y custodiar el cáliz que contenía el vino, y cuando el cura, oficiando la misa frente a gran parte del pueblo, le pide que se acerque para beber el vino y poder así cumplir con el rito católico, se encuentra con que el niño le dice alzando la voz “Fur las Balutis o nûie vin” (o los boliches, o no hay vino). El cura, entre asombrado y colérico, se acerca a Sandro, que se aleja de él bajando las escaleras del altar hacia los parroquianos que asisten atónitos a la escena. El párroco, que al igual que el resto del pueblo conoce perfectamente el carácter indomable de Sandro, con un gesto brusco, se saca el puñado de boliches del bolsillo de su sotana y los deposita en el altar, lo que provoca la hilaridad contenida de los allí congregados, que al fin pudieron continuar con el ceremonial.
Esta historia se la cuento, tal y como me la contaron, y como según mi amigo, aún se recuerda en el pueblo de Gemona de Friuli. Al parecer, aunque la madre de Sandro no tenía reparos en corregir sus desmanes comportamentales mediante el castigo físico, ese día, lo único que recibió fue una reprimenda verbal.
Y Sandro, lo recuerda, lo saborea y se enorgullece del niño que fue.

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