¿COMO PUEDO AYUDAR A MI HIJO/A A CONTROLARSE?
Simplificando mucho la cuestión, y asumiendo que si usted lee estas líneas es de esos padres/madres que tiene la intención, el tiempo y la necesidad de ayudar a su hijo/a, voy a dividir a padres y madres en dos grandes grupos:
1)los que aceptan las emociones de sus hijos
2)los que las rechazan
Si usted pertenece al segundo grupo, aún está a tiempo de corregir el error. Si rechazamos una emoción de nuestro hijo/a no conseguiremos mas que separarnos de él, y que como mucho acabe por no reconocer esa emoción rechazada cuando se presente (y se presentará, no le quepa duda).
Modos de rechazar una emoción es decirle al niño/a “no te puedes sentir así” o “eres malo porque estás enfadado” o “no deberías sentirte de esa forma, porque mamá y papá “esto y lo otro””.
Aceptar una emoción es admitirla, y como mucho aplicar consecuencias a los actos que se deriven de ella. Si el niño está enfadado pero obedece, no tiene porque haber castigo (consecuencia). Se puede incluso explicitar claramente que es admisible y comprensible el enfado, y que enfadado también se pueden hacer las cosas o respetar a los demás.
El punto de admitir es clave, puesto que ayuda a que el niño también admita y reconozca sus propias emociones. De aquí a el control de los actos que se derivan de ellas, va un paso.
Las emociones se pueden reconocer y gestionar, nunca controlar.
El ayudar al niño a que pase del “estoy nervioso” a el mucho mas útil “tengo miedo” o “me da rabia” es un primer paso a la hora de poder reconocer sus propias emociones, y por tanto a la hora de gestionarlas.
Algunas investigaciones han descubierto que los padres que ayudan a gestionar mejor las emociones, suelen rechazar menos a sus hijos, utilizan más la ayuda y los elogios y son mas cuidadosos que los padres que rechazan las emociones, que ven que su papel es negar, ignorar o cambiar las emociones negativas (Gottman y DeClaire, 1997).
Por supuesto, e independientemente de lo dicho, es importante tener en cuenta que es fundamental que el niño también perciba la necesidad de controlarse, y en esto juegan un papel decisivo las consecuencias que percibe de no hacerlo. Y en esto por supuesto, ustedes los padres y madres juegan un papel decisivo.
1)los que aceptan las emociones de sus hijos
2)los que las rechazan
Si usted pertenece al segundo grupo, aún está a tiempo de corregir el error. Si rechazamos una emoción de nuestro hijo/a no conseguiremos mas que separarnos de él, y que como mucho acabe por no reconocer esa emoción rechazada cuando se presente (y se presentará, no le quepa duda).
Modos de rechazar una emoción es decirle al niño/a “no te puedes sentir así” o “eres malo porque estás enfadado” o “no deberías sentirte de esa forma, porque mamá y papá “esto y lo otro””.
Aceptar una emoción es admitirla, y como mucho aplicar consecuencias a los actos que se deriven de ella. Si el niño está enfadado pero obedece, no tiene porque haber castigo (consecuencia). Se puede incluso explicitar claramente que es admisible y comprensible el enfado, y que enfadado también se pueden hacer las cosas o respetar a los demás.
El punto de admitir es clave, puesto que ayuda a que el niño también admita y reconozca sus propias emociones. De aquí a el control de los actos que se derivan de ellas, va un paso.
Las emociones se pueden reconocer y gestionar, nunca controlar.
El ayudar al niño a que pase del “estoy nervioso” a el mucho mas útil “tengo miedo” o “me da rabia” es un primer paso a la hora de poder reconocer sus propias emociones, y por tanto a la hora de gestionarlas.
Algunas investigaciones han descubierto que los padres que ayudan a gestionar mejor las emociones, suelen rechazar menos a sus hijos, utilizan más la ayuda y los elogios y son mas cuidadosos que los padres que rechazan las emociones, que ven que su papel es negar, ignorar o cambiar las emociones negativas (Gottman y DeClaire, 1997).
Por supuesto, e independientemente de lo dicho, es importante tener en cuenta que es fundamental que el niño también perciba la necesidad de controlarse, y en esto juegan un papel decisivo las consecuencias que percibe de no hacerlo. Y en esto por supuesto, ustedes los padres y madres juegan un papel decisivo.
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