ESTRATEGIAS EDUCATIVAS QUE FOMENTAN LA IMPULSIVIDAD

Existen una serie de prácticas que de ser llevadas a cabo en el ámbito familiar y escolar, conseguirán, con mucha probabilidad, el que el niño tienda a ser impulsivo y/o poco reflexivo con todo lo que esto conlleva.
El ejercer de modo rutinario y cotidiano un control de la conducta de los menores mediante gritos y castigos, de forma que sean desproporcionados, y ante cualquier conducta que no nos guste que hagan, así como no dejar opción a que puedan actuar bajo criterios propios, están a la base del problema.
El control externo de las conductas debe de ejercerse de forma proporcionada y no exclusiva. En las cuestiones de autonomía personal lo ideal es que los niños puedan elegir, puesto que es la única vía para llegar a poder autorregularse. Los premios a las conductas deseadas también deben de ser proporcionados y selectivos, de forma que no se premien conductas que ya existen en su repertorio conductual y cuyas consecuencias positivas ya son suficiente incentivo.
Es fundamental centrarse en los procesos, mas que en los resultados de las conductas, ya que si conseguimos que entiendan los procesos que le han llevado a obtener los resultados positivos o negativos, también conseguiremos que aprendan sobre las estrategias que les llevan a un resultado u otro. Algunos investigadores como Bornas, Severa y Llabrés (1996) encuentran que la falta de estrategias o el uso de estrategias inadecuadas parece caracterizar la impulsividad.
Educar al fin y al cabo, es un arte complejo que requiere equilibrio y mesura, sentido común y en ocasiones firmeza. Es un arte que se aprende desechando aquello que no funciona y poniendo en marcha nuevas estrategias.

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